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El Palacio del Negralejo tiene sus raíces en 1790, cuando una prominente familia levantó su residencia campestre sobre las ruinas del castillo de Negrales.

Desde entonces, ha mantenido su distinguido encanto aristocrático, fusionado con un toque rural que cautiva a los visitantes. Su nombre proviene del pino negral autóctono que antaño poblaba la zona, cuyos ancianos ejemplares aún otorgan sombra al patio de la ermita.

 

Inicialmente, el palacio contaba con cuatro torres, pero un incendio las afectó parcialmente, lo que llevó a una reconstrucción que definió su aspecto actual.

 

En el siglo XIX, el Marqués de Villamejor, Don Ignacio de Figueroa y Mendieta, estableció su famosa Yeguada Figueroa aquí, y aún se conservan parte de sus antiguas caballerizas.

 

Durante mediados del siglo XIX, bajo el mandato de Don Francisco Sánchez Letón, alrededor de veinte familias agrícolas residían en las pintorescas casas de estilo castellano junto al palacio, contribuyendo a la finca con su trabajo. Además, la finca albergaba una escuela rural para los hijos de estas familias, hoy transformada en el cuarto de la novia.

 

Desde su época agrícola hasta 1980, la finca se dedicó a la agricultura. En 1986, Doña Laura Satrustegui Figueroa y Don Javier Acha Valle, fusionaron el Palacio y la finca con su pasión por la gastronomía, conservando cuidadosamente la esencia del lugar que habían heredado e inaugurando así una nueva era para el Palacio de Negralejo.